viernes, 25 de julio de 2014

España no es una nación




España no es una nación, pese a que dichas palabras se hallen escritas en un documento sacrosanto e inmaculado llamado "constitución", el cual es usado por nuestra clase política como barrera infranqueable contra el "dret a decidir" de Cataluña, y se expone como expresión máxima e impoluta de la democracia. Como si la constitución española fuera la mejor que ha existido jamás, y ninguna libertad fuera posible sin ella... ¡Pero bien que la reformaron cuando desde Bruselas le apretaron las tuercas al gobierno!

Pero bueno... hoy no he venido a hablar de la constitución. Que, ya de paso, me gustaría advertir a tod@s l@s peper@s (y much@s sociatas también) que la constitución no impedirá que el pueblo catalán decida su futuro. De hecho, éste suele ser el argumento estrella que se esgrime contra el nacionalismo catalán: que Cataluña no es ninguna nación, pero España sí, y al parecer, según Esperanza Aguirre, con 3.000 años de historia (ahora resulta que la nación española es anterior a la invención de su propio nombre por parte de los romanos). Pero antes de nada, deberíamos tener claro qué es una nación.

El término "nación" es muy antiguo, y muchos pseudohistoriadores e iluminados afirman que la "nación española" nace allá en época de los visigodos debido a unas palabras de Isidoro de Sevilla en las que supuestamente emitía alabanzas a la "nación española", allá por el siglo VII. Nada puede estar más sacado de contexto ni ser más falaz. Antes de la Revolución Francesa no podemos hablar de naciones tal y como las entendemos hoy en día, ya que dicho concepto era muy distinto. Antes de que los liberales desarrollaran durante la ilustración el concepto moderno de "nación" como comunidad humana con una historia y unos rasgos identitarios comunes, dicho concepto era muy diferente. "Nación" implicaba "lugar de nacimiento", es decir, lugar de origen. Así, obviamente que se hablaba de naciones y de su pertenencia a las mismas, pero dicho concepto a menudo se refería más a orígenes étnicos cuando no geográficos. Así pues, toda referencia nacional anterior a la revolución francesa no es válida, pues se trata de un concepto diferente al que se entiende hoy día. Hay muchos racistas (que usan a menudo el eufemismo de "identitarios" para autodefinirse) que precisamente se apoyan en eso, de que antes de las revoluciones liberales el concepto de nación iba unido intrínsecamente al de "raza", pero eso es una verdad a medias.

Vayámonos, pues, al siglo XIX, en época de la revolución liberal, que es cuando realmente podemos hallar orígenes de la "Nación Española". Entonces también encontraremos a otros pensadores con un poco más de formación y algo más serios que dicen que ya podemos empezar a hablar de nacionalismo español durante la Guerra del Francés contra la ocupación napoleónica (1808 - 1814), en la cual hubo una gran exaltación de los valores de la españolidad contra el invasor gabacho. Bueno, aquí ya es algo más válido, y ciertamente es una opinión muy respetable, ya que tiene varias pruebas históricas que podrían aguantarla. Y si consideráramos que la nación española nace con la Revolución Liberal que se produjo conjuntamente a la guerra contra los franceses, entonces podríamos decir que la nación española es anterior a la catalana, ya que el nacionalismo catalán no toma forma como nacionalismo político tal y como lo conocemos hoy día hasta después de la primera república, en las décadas de 1870 y 1880. Pero una vez más, siento desilusionar a los lectores, ya que dicho proyecto nacional español que con tanto valor y entusiasmo defendieron los que redactaron la Constitución de Cádiz en 1812 fracasó estrepitosamente.

¿Y por qué fracasó la nación española? Por muchos motivos, que podrían llevar a debates interminables, pero la razón principal fue que el proyecto de nación española nunca fue una propuesta para el pueblo, sino para las élites. En lugares como Francia o USA, donde se han consolidado con mucho éxito sus respectivas naciones, los proyectos nacionales representaron una alianza entre la burguesía y las clases populares contra la nobleza, contra el antiguo régimen. Así pues, el proyecto de la nación americana o de la nación francesa eran proyectos en los cuales tenían cabida tanto los burgueses propietarios de fábricas como los pequeños campesinos, así como los obreros de la industria o los profesionales liberales.

Sin embargo, esta alianza entre burguesía y clases populares no tuvo lugar en España, entre otras cosas debido a la debilidad de la burguesía en España y a la desmesurada fuerza de la nobleza y la iglesia. Así, la alianza fue muy distinta: en España, quienes se aliaron fueron la burguesía y la nobleza, y construyeron SU propio proyecto nacional sin contar con las clases populares.

¿En qué me baso para hacer tal afirmación? Bueno, fuentes históricas que corroboran lo que digo hay muchas, y no puedo hacer un artículo tan largo como para que las aglutine a todas, pero sólo voy a dejaros unos cuantos datos interesantes que podéis contrastar sin ningún tipo de problema.

En 1835, en plena guerra carlista y durante la regencia de María Cristina (Isabel II tenía 5 añitos, y su padre había muerto hacía dos), Antonio Alcalá Galiano anunciaba en las Cortes que era necesario crear la Nación Española. Así pues, el gran orador liberal reconocía su inexistencia en esos días, pero consideraba que era necesario crearla como un proyecto colectivo que unificara los intereses de la clase dirigente y del pueblo, y así mismo, que fuera garante de las libertades de la ciudadanía. Dicho proyecto en teoría era colectivo y sería beneficioso para todo el mundo, pero nunca se hizo. El pueblo nunca formó parte de dicho proyecto, ni fue integrado en él.

España tenía la misión en esos días de dejar de ser un "Imperio" (que igualmente, en esa época ya era poco más que la sombra de lo que había sido) y pasar a ser una "Nación", y sustituir el "Antiguo Régimen" por una sociedad liberal. Pero durante todo el siglo XIX las transformaciones son más que insuficientes, ya que la sociedad burguesa queda limitada y dificultada, y en conjunto, la Revolución Industrial fracasa. Ésta queda focalizada tan sólo a Cataluña y a las provincias vascas (qué casualidad, justo en las zonas que hoy día son las más separatistas...), y la burguesía queda subordinada a la ideología de los terratenientes, mucho más poderosos e influyentes. Así, la España del XIX es una sociedad agraria, con islas industriales, que no dejan de ser la excepción que confirma la regla.

El Estado Español del XIX es un estado centralista y arcaico, poco desarrollado. La gente progresista se opone a dicho modelo, y más adelante su oposición más feroz pasarán a ser los nacionalismos "periféricos". La socialización es desigual e irregular, y cada vez se consolidan más las famosas "dos Españas", una de ellas formada por amplios sectores sociales atrapados en el caciquismo y de ideología muy conservadora, sobretodo rurales, y la otra formada por sectores extremadamente ideologizados, residentes sobretodo en las zonas urbanas y de las zonas más periféricas. En general, España se quedó atascada en la transición de una sociedad medieval a una sociedad contemporánea, y eso lo apreció Amadeo de Saboya, rey italiano que le fue entregada la corona española con la vaga esperanza de que un rey liberal pudiera consolidar los cambios finalmente (y estamos hablando de 1869, 34 años después de que Alcalá Galiano pronunciara sus palabras en las cortes). Sin embargo, Amadeo I no supo (o no pudo) gobernar una sociedad que lo rechazaba por ser un "rey extranjero" (como si los borbones o los austrias fueran castellanos viejos de pura cepa), con milicias carlistas combatiendo en las zonas rurales pidiendo el retorno de la sociedad tradicional que se intentaba abandonar, y con una sociedad dividida entre los que veían demasiados cambios y los que veían demasiado pocos cambios. De hecho, sus palabras al volver a Italia después de abdicar fueron "tengo la sensación de volver de un viaje a la luna".

Y llegó Alfonso XII, y con él, Cánovas del Castillo. ¡Ah, Cánovas, al que los peperos tanto admiran e idolatran! Repiten sin parar que fue el mejor presidente de la historia de España, juntamente con Antonio Maura (!!) y con José María Aznar (!!!!!!!). Ciertamente, parece un chiste de mal gusto. Cánovas el mejor... Sí, era un hombre inteligente y brillante, una especie de von Metternich español, que supo traer estabilidad. ¿Y cómo la trajo? Pues como ya hemos dicho antes: consolidando institucionalmente la alianza entre nobleza y burguesía, con el archiconocido turnismo del Pacto del Pardo. Conservadores y progresistas se turnaban por medio del fraude electoral en el poder, y así ambos poderes estaban contentos y sin luchas. Y así todos vivíamos felices y contentos en el país de la gominola hasta que los yanquis (o useños, neologismo que pretende popularizar el pésimo literato que se cree historiador Pío Moa) nos arrebataron Cuba. Por favor... ¿En serio? ¿Una época de elecciones trucadas, pucherazos, caciquismo y corrupción, fue la mejor época? ¿El dirigente político que diseñó este entramado de poder que garantizaba la estabilidad a costa de falsear la democracia es el mejor presidente de nuestra historia? Creo que el pepero medio queda muy bien retratado mostrando su admiración hacia dicho personaje y el régimen que diseñó. Y por cierto, que ese es otro atributo muy español: confundir estabilidad con eficiencia. Que un régimen sea estable no significa que sea bueno. Ah, y por cierto, quiero recordar que aparte de la FAES, la otra fundación importante vinculada al Partido Popular es la fundación Cánovas del Castillo. No hace falta decir nada más.

Y qué curioso. Justo en esa época de paz, estabilidad y felicidad española, con el gran líder Cánovas que ya corría diez quilómetros en diez minutos y que hablaba catalán en la intimidad (o puede que ahora me esté confundiendo), es cuando surge la bestia parda del españolismo rancio: nacen los nacionalismos catalán, vasco, valenciano y gallego, los dos primeros con mucho éxito y amplia aceptación hasta hoy en día (aunque ambos hallan caído en un irredentismo que ha hecho cabrear a otras conciencias, pero ese es otro tema). Son los llamados "nacionalismos periféricos", término descriptivamente acertado (ya que todos esos nacionalismos se hallan en la periferia peninsular), pero con connotaciones peyorativas intencionadas, ya que tradicionalmente tratar algo como "periférico" ha sido tratarlo como negativo. Y... ¡Oh, sorpresa! Las lenguas minorizadas en los últimos siglos empiezan a recuperarse, y no en vano el gobierno corrupto de la Restauración poco después comienza a aprobar leyes más duras para combatirlas, como la prohibición de representar obras íntegramente en catalán, pese a que las restricciones legales a todos los idiomas que no fueran el castellano databan de mucho antes, y ya en 1837 se estableció que la educación sería únicamente en castellano, pese a que esta llegaba a un porcentaje ínfimo de la población. Existen pensadores (y entre ellos figuraba Azaña) que decían que si las otras lenguas diferentes al castellano habían sobrevivido hasta el siglo XX había sido debido a los elevados índices de analfabetismo en España, ya que en países como Francia los idiomas diferentes al "nacional" habían sido minorizados por medio de la educación. Y eso en parte es verdad, y eran conscientes de ello los primeros nacionalistas (no en vano los movimientos como la Renaixença o el Rexurdimento intentaron pasar sus respectivas lenguas del uso familiar al uso literario, teniendo como claro ejemplo los Jocs Florals). Pero no deja de ser curioso que las lenguas "minorizadas" de los nacionalismos "periféricos" pasaran en poco tiempo de ser lenguas de analfabetos a ser lenguas de prestigio de burgueses y gentes pudientes (pese a que los burgueses barceloneses siguiesen hablando en un elegante castellano, burgueses cuyos descendientes y sucesores ahora se alzan como máximo estandarte del catalanismo). 

Y bueno... el artículo se está alargando demasiado, y ahora tendríamos que llegar a la época de Miguel Primo de Rivera y después al Franquismo que nos salvó de Stalin y del Gulag. Una memez de categoría, pero que ciertamente parece una nimiedad al lado de otras memeces que oímos decir diariamente a los que se hacen llamar patriotas españoles. Prometo más artículos donde seguiré tratando el tema (a ver si cumplo mi promesa esta vez), para cabreo de los trolls de la red que ya están cargando sus baterías para empezar a vomitar insultos y desacreditaciones gratuitas. Pero los insultos y desacreditaciones no ocultarán la realidad: España no es una nación, pese a que desde el extranjero sea percibida como tal. Es una entelequia, una parodia de sí misma, una virtud testosterónica arcaica que se esgrime para justificar los innumerables defectos de un pueblo esclavo. Y el peor de los esclavos: el esclavo feliz, que sólo busca un amo justo.

ECG.

2 comentarios:

  1. Interesantísimo.

    Realmente el tema de las naciones es apasionante e imposible de acabar de debatir.

    Si atendemos a lo que explica Friedrich Meinecke en su ya célebre libro Cosmopolitismo y el Estado Nación (incomprensiblemente, sin traducción al castellano que yo sepa, a pesar de ser la obra que más ha influido en los pensamientos nacionalistas de Europa en el siglo XX y de plena vigencia en la actualidad) existen dos tipos de nación: la cultural y la política.

    La nación cultural es un pueblo que comparte una cultura común y que a menudo se siente nación. En ocasiones, esa nación cultural (por ejemplo los judíos), pueden llegar a dotarse de una nación política o estado soberano (en este caso, los judíos lo hicieron con Israel).

    Creo que España es una nación política (es decir, un estado ¿soberano?) pero desde luego no es una nación cultural.

    Para mí España es una mazmorra de naciones.

    Enhorabuena por el artículo.

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  2. Chapeau Enric. Me quito el sombrero. Nada mejor que una dosis de historia para destapar tantas mentiras y manipulaciones. España lleva siglos intentando crear esa nación que hiciera a los ciudadanos sentirse parte de algo ¿"La roja" tal vez...?

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