viernes, 21 de septiembre de 2018

" Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo."


Tenía yo 15 años, camino de los 16, cuando murió Camilo José Cela Trulock. Antes de dicha fecha, los recuerdos que tenía de su figura eran de todo menos positivos: maleducado, facha, ordinario, faltón... Parecía más bien una caricatura que no un escritor de gran calibre, pero ya se sabe que a la gente suelen resultarles más atractivos los detalles desagradables y escabrosos que no el talento literario. No en vano había oído relatarse a menudo la anécdota de cuando se quedó dormido en plena sesión del Senado y, al serle llamada la atención por haberse quedado dormido, respondió que eso no era cierto, no estaba dormido sino que estaba durmiendo, que tras preguntársele si no era lo mismo respondió que no, ya que tampoco era lo mismo estar jodido que estar jodiendo. Es una historia que muchos han explicado en reuniones sociales para hacerse los marisavidillos en público, pero desgraciadamente es falsa (no hay registro alguno en las actas del Senado). En medio de toda esa "leyenda negra", en parte, ganada a pulso, tuve la suerte de estar cursando en esos momentos el 4º curso de la ESO y de tener una gran profesora de lengua castellana y literatura, con mucho genio y carácter muy fuerte para su corta estatura (y además respondía al resonante nombre de Vicentina), que aprovechando la muerte del autor nos hizo estudiarlo bastante a fondo, cambiando sustancialmente nuestra imagen de él.

Me chocó bastante la figura que estudié y que descubrí a través de numerosos documentales y entrevistas. Ese hombre conservador y siempre malhumorado, sin respeto por nada, parecía ser en realidad alguien con mucho carácter, que le importaba un bledo lo que pensaran de él y que tenía muchas ganas de decir (y escribir) lo que le daba la real gana. Leímos su obra considerada más importante, "La colmena", y vimos su adaptación cinematográfica, en la que el propio escritor en persona encarnaba al curioso personaje del "inventor de palabras". Pero hubo una anécdota que se me quedó grabada por siempre en la memoria, y aun ahora a mis 32 primaveras la recuerdo nítidamente. El propio Cela en una entrevista relataba que, tras publicar su primera novela, "La familia de Pascual Duarte", decidió sentarse a esperar en una librería para ver quién era el primero en comprar su libro. Entró un señor que cogió la novela y pareció interesarle, pero que tras pensárselo un rato al final volvió a dejarla en su sitio. El individuo siguió hojeando libros, y al final decidió llevarse un ejemplar de "La guerra de las Galias", de Julio César, pero cuando se disponía a pagar el libro volvió a pasar por delante de la novela de Cela, y por lo que parece finalmente cambió de idea y decidió darle una oportunidad a la obra. El joven Cela, eufórico, siguió al hombre cuando salía de la librería con ambos libros en la mano, y le salió al paso preguntándole: "¡Perdone, caballero! ¿Quiere que le se lo firme?" Y entonces el individuo miró hacia abajo, topándose con "La guerra de las Galias", que era el que llevaba encima, y, asustado, salió corriendo.

Dada la fama de inventarse historias sobre sí mismo que se labró Cela a lo largo de su vida, ignoro si dicha anécdota ocurrió de verdad, pero ciertamenteme me parece muy divertida. No sé por qué me hizo tanta gracia ese relato, pero provocó que el nombre de la primera novela de Cela quedara siempre tatuado en mi memoria, y en ocasiones me pregunté con mucha curiosidad por qué entre todas las obras que estudiamos en literatura a lo largo de mi experiencia académica nunca nos hicieron leer esa novela.

Hace unos días paseábamos con mi pareja por el mercadillo de coleccionismo y segunda mano que suele haber en el centro de Girona en días festivos, donde pueden encontrarse juguetes viejos, tebeos, revistas antiguas, libros, películas, videojuegos, bisutería, y casi todo lo que uno pueda imaginar. Solemos frecuentarla siempre que nos es posible sobretodo en busca de DVDs de películas clásicas, difíciles de encontrar en plataformas como Netflix y HBO, pues somos muy amantes del cine clásico, aunque también aprovechamos para llevarnos algunos títulos a los que tenemos especial cariño para engrosar nuestra colección. Quiso la casualidad que me topara de repente con una edición antigua, pero en muy buen estado, de "La familia de Pascual Duarte", al más que módico precio de 1€. Me invadió la curiosidad y decidí llevármelo, pensando que apenas me duraría dos o tres sentadas de lo corto que era. Ignoraba absolutamente de qué trataba, nunca me había topado con sinopsis alguna o resumen, ni había visto ninguna adaptación cinematográfica, y todo eso alimentaba aún más mi curiosidad y mis ganas de echarle una ojeada.

Efectivamente, apenas me duró dos sentadas. Es muy rápido de leer. Y, la verdad, me quedé muy sorprendido. No es para nada lo que me esperaba encontrar. Ya de por sí el estilo narrativo, formado por diversos documentos con diversos narradores, me pareció muy original para su época, y su argumento violento, crudo y oscuro es lo último que esperaba encontrar en una novela publicada a principios de los años 40, los tiempos más duros del franquismo. Tras buscar algo de información en San Google, me he topado con profundos análisis de la obra, que la sitúan como iniciadora del llamado "tremendismo", estilo literario caracterizado precisamente por tramas crudas y personajes muy duros, a menudo pobres, marginados o incluso deformes. A quienes no sepan de qué va ni lo hayan leído recomiendo no seguir leyendo, ya que voy a comentar puntos muy concretos del libro, aunque dudo mucho que pueda considerarse como "spoiler" hablar de un libro que lleva más de 70 años publicado.

Portada del ejemplar que compré,
junto al duro cartel de la
adaptación cinematográfica
Tras consultar si existían adaptaciones cinematográficas de la obra, me topé con que sólo existe una de mediados de los 70, con un cartel extremadamente explícito donde vemos el final de la novela, anunciado igualmente desde el principio de ésta: la ejecución de Pascual Duarte en el garrote vil. También he encontrado alguna adaptación teatral, pero en general poca cosa. Vale que es un libro corto, pero precisamente es una historia de las que te deja con la sensación de que podría haber dado mucho, mucho más de sí. Muchas situaciones están relatadas muy a medias, de forma muy escueta, sin entrar en detalles. Hay un contraste muy marcado entre largas descripciones hechas por el propio narrador de sus sentimientos y de los paisajes, a menudo fusionando ambas cosas, respecto a los apresurados diálogos, conformados por muy pocas palabras y en vocabulario bastante acorde al nivel cultural de los personajes, que es el de la Extremadura rural más pobre. Creo que se le podrían haber dado muchas más oportunidades a las aventuras y desventuras del campesino, un hombre con pocas habilidades sociales que más pronto que tarde recurre a la violencia (y al cuchillo) para solucionar cualquier aprieto que se le pone por delante. Un hombre que encadena desgracias una detrás de otra, y que en los breves episodios de felicidad que vive estás continuamente preguntándote cuánto tardará en pasarle otra desgracia peor que las anteriores.

Las principales dudas que me vienen a la mente tras la lectura son: ¿en serio el franquismo permitió publicar una novela así? ¿De verdad que la censura de la época se mantuvo indiferente ante descripciones muy explícitas de acuchillamientos y pezones arrancados con los dientes? ¿Y en serio que el señor Cela era tan de derechas y conservador como él mismo presumía de ser, pero luego publicaba novelas con tan profunda crítica social y denuncia a la miseria, como ésta o "La colmena"? Definitivamente, el mundo de la literatura es una caja de sorpresas. Me he llevado un muy buen sabor de boca de esta obra tan desgarrada y dura. Me ha recordado a las novelas negras inglesas y americanas de esa misma época a las que he sido siempre muy aficionado (de hecho tengo una importante colección de novela negra en mis estantes, teniendo especial predilección por Patricia Highsmith). Retratos realistas de una sociedad cruel, personajes que no tienen elección y que son vistos como malvados sin habernos parado a intentar comprender sus razones. Pascual Duarte es un hombre a quien la vida trata mal, y cuya existencia acaba de la peor manera. Podría decirse que finalmente recibe su castigo (cosa que no le solía pasar a los personajes de Highsmith), pero su relato en primera persona de los hechos pretende ser una especie de justificación, una penitencia. El lector llega a conectar con él, a entender su odio y su ira, descritos con todo lujo de detalles.

Puede sonar redundante recomendar grandes clásicos, pues precisamente su categoría de clásicos habla por sí misma, pero en este caso lo recomiendo porque rompe muchos esquemas mentales que, al menos yo, tenía construídos desde siempre. Aunque debo reconocer que nunca pude sentir antipatía hacia don Camilo, pese a sus muchos defectos y a su mala leche. Quizá el hecho de haber nacido yo corunhés tenga algún tipo de influencia en ello. Que por cierto, algunas expresiones de su obra me han parecido galegadas, aunque ingoro si en realidad se trata de expresiones muy castellanas de la época que han permanecido en la lengua galega, como por ejemplo "por mor" para decir "a causa de, causado por". No lo sé. Lo que sí sé es que en cuanto tenga ocasión revisitaré alguna otra obra relativamente olvidada del genio de Iria Flavia. Que, por cierto, cosas del destino (en el cual no creo), recientemente atendí en el trabajo a una clienta que respondía precisamente al nombre de Iria Flavia, así tal cual suena, la cual se mostró muy sorprendida de que supiera que su nombre era el mismo que el del pueblo que vio nacer a Cela.

Pero antes, como nos pasa a muchos,  tengo otras muchas cosas pendientes de leer. Y ayer precisamente un buen amigo me obsequió con su propio libro recientemente publicado, del cual también escribiré una valoración. Palabrita del niño Jezú.


ECG.

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