jueves, 13 de septiembre de 2018

¿Por qué Catalunya sigue sin querer ser España?





Han pasado ni más ni menos que cinco años desde que escribí "¿Por qué Catalunya ya no quiere ser España?". Un escrito lleno de faltas de ortografía, y dedicado especialmente a toda la horda de trolls internáuticos que por aquellos tiempos me amargaban la existencia, que inexplicablemente es mi artículo más leído. Que a tanta gente le guste leer artículos tan malos como los que yo escribo, habiendo autores maravillosos de los que disfrutar, escapa a mi entendimiento, pero no puedo hacer otra cosa que ser agradecido. Así que seguiré el consejo de Rosendo, y doy mis más sinceras gracias al público lector ofreciendo una "segunda parte" del susodicho artículo.

Lo cierto es que el 2013 fue mi época más prolífica, y también en la que estaba más movilizado. Tenía muchos sueños y esperanzas, y ahora me miro esa época con perspectiva y nostalgia, viendo lo poco que ha cambiado todo y lo mucho que he cambiado yo, así como mi forma de ver las cosas. Al menos, ahora escribo menos, pero creo que un poquito mejor (cosa que tampoco es que tenga mucho mérito).

Pues sí, señoras y señores. Catalunya sigue sin querer ser España... pero no ha logrado dejar de serlo. ¿Y por qué no lo ha logrado? Bueno, cierto es que el estado español ha sacado su mala leche a pasear, y, sin importarle convertirse en una segunda Turquía, envió gorilas a apalear ancianitas en un barco de los Looney Tunes; metió en la cárcel a políticos y activistas que, un año después, aún esperan juicio; persiguió por toda Europa con intentos fallidos de órdenes de extradición a políticos autoproclamados como "exiliados", quedando en un ridículo absolutamente espantoso, y otras muchas medidas harto conocidas. Sí, todo eso es muy cierto. La corrupción carcome al estado español, especialmente al PP, las excusas vuelan y las revelaciones de másteres y otros estudios fraudulentos convierten las susodichas excusas en entelequias que superan todo lindar máximo del ridículo y pasan ya directamente al patetismo y al esperpento. El régimen del 78 tiene su prestigio por los suelos, ha mostrado su peor cara, y es perfectamente consciente de ello. No es casualidad, entonces, que se haya producido una catarsis y haya triunfado una moción de censura que ha llevado a un traspase dinástico de poder, que aunque no ha solucionado absolutamente nada (y dudo mucho que nadie con un mínimo sentido crítico esperara que dicho cambio fuera remedio ninguno), al menos ha logrado abrir algunas puertas de diálogo. Pero pese a todo ello, dejando de lado la desmedida y absurda represión del estado español, ¿por qué Catalunya no ha logrado aún la independencia, pese a haber demostrado desearla?

Bueno, han corrido auténticos océanos de tinta sobre el tema. Los opinadores profesionales de todos los bandos se han esmerado en crear relatos para todos los gustos, así que tenemos una gran variedad de productos listos para ser consumidos por todos aquellos que quieran reafirmar sus ya perfectamente asentados prejuicios. Hay quienes creen que todo sigue formando parte de una especie de plan maestro, de una argucia, que todo es una partida de ajedrez y que todavía hay sorpresas por ver, que suelen ser los mismos que no quieren la independencia necesariamente porque quieran cambiar la sociedad, sino principalmente porque creen que los catalanes somos mejores que los españoles y tenemos que ser una nación-estado europea simplemente porque nos lo merecemos, así que es cuestión de tiempo que en Europa y el resto del mundo se den cuenta. Por otra parte, hay quienes creen que todo es fruto de unos cuantos manipuladores que tienen encerradas las mentes de parte de la sociedad catalana en una especie de "Gran Hermano", que muchos catalanes y catalanas han perdido el juicio, así que necesitan fuertes dosis de españolidad y férrea disciplina ibérica para recuperar la cordura y olvidarse de tonterías. Hay teorías conspiratorias y planes malignos para todos los gustos, y siempre creen unos que los otros están manipulados y son idiotas, que no han visto la luz. Pero yo debo de ser de los pocos que afirman que nadie es idiota, que la verdad existe, y que las opiniones son como los culos, todo el mundo tiene, pero que más allá de las opiniones hay unos hechos objetivos que uno puede ver, si hace el esfuerzo. Pero claro, hay que salir del bosque para poder ver los árboles, y cuesta mucho juzgar los hechos cuando uno está formando parte de ellos.

Permitidme que yo os muestre lo que yo tengo y todo el resto del mundo también, mi opinión (mi culo no, por el momento, prefiero no dar más espectáculos desagradables de los necesarios). Más allá de toda la artillería propagandística que nos rodea, los hechos acaecidos en el último año creo que evidencian una cosa: que el pueblo catalán claramente quiere decidir su futuro, quiere poder decidir ser independiente o no serlo, y así quedó demostrado el 1 de octubre, pero la clase política catalana no. El "procés" ha sido un gran farol, tal y como ha sido reconocido por sus propios impulsores, pura propaganda que sólo pretendía ser usada para mantener a los políticos de la Generalitat en el poder sin sufrir el desgaste de los casos de corrupción y de las medidas austericidas. Ha quedado muy claro y se han dado pruebas de sobras de ello, de ahí que la represión desmedida del juez Llarena y demás personajes siniestros carezca de sentido alguno. Todo era simbólico, así que no había ningún delito, y así lo han entendido en Europa, y así lo ha entendido cualquiera con un mínimo de sentido común. Los "trolls" procesistas siguen a su rollo, buscando traidores, acosando a ERC, y lanzando a los cuatro vientos durísimos juicios gratuitos contra los que ellos ven como "equidistantes" (que vienen a ser los que están en contra del régimen del 78 y de su represión, pero a la vez no se tragan el relato procesista ni quieren participar en su liturgia), pero no deben preocupar a nadie. En realidad son inofensivos. El verdadero problema son los trolls del otro bando, la ultraderecha española garrula y latente, que Pablo Iglesias cree que ha sido despertada, cuando en realidad nunca se había ido a dormir.

A menudo comento que me da miedo que podamos acabar como Irlanda, y la respuesta que suelo recibir son gestos de escepticismo y respuestas del estilo "la gente aquí es demasiado burguesa y acomodada como para coger las armas como en Irlanda", pero me entienden mal. No le tengo miedo a los trolls procesistas, su universo se circunscribe a las redes sociales, y en el fondo son como un grupo de autoayuda que se dan likes entre ellos y comparten sus sueños, así como su asco hacia los herejes equidistantes. Me dan miedo los ultraderechistas españolitos. Porque España sigue sin ser una nación, nunca se ha consolidado como tal, y ahora cada vez más está demostrando que necesita recurrir a la fuerza para mantenerse unida, pues no logra seducir.

Los fachillas que campan estos últimos meses a sus anchas intentando hacer desaparecer todo aquello que sea de color amarillo, arrancando lazos o llamando a boikots contra Font Vella, están mostrando una agresividad que va en aumento. No hay mobilización suya ni manifestación que no acabe con conflictos y/o con heridos, mientras que la concurrida diada de Barcelona del martes ha acabado sin incidentes. Están rabiosos porque no saben cómo enamorar, no encuentran recursos para hacerlo, y como no saben atraer prefieren intentar dominar por la fuerza. Sus niveles de incultura son altísimos, porque enamorar a Catalunya en realidad sería muy fácil. De hecho, Catalunya ya querría ser enamorada. Catalunya está más que dispuesta a construir algo diferente al régimen del 78, ya carrinclón e intentando mantener viva una monarquía obsoleta invitando a gritar "¡viva el rey!"

Por poner un ejemplo, hace unos meses pasó cerca de mi casa una manifestación de españolitos, todos envueltos con banderas rojigualdas. Muchos eran familias, pero por ahí enmedio había individuos con pinta de matones, muchos de ellos luciendo tatuajes con simbología fascista, y por ahí ondeaban no pocas banderas con el pollo. Y la manifestación estaba amenizada con música de autores como Manolo Escobar (cuya hija ha manifestado que, de estar vivo, muy probablemente sería favorable al derecho a decidir), con algunos frikis intentando realizar pases de torero, haciendo del garrulismo propio de comedias baratas una especie de virtud. ¿En serio se creen que sacando a relucir toros, olés y canciones casposas van a enamorar a alguien? ¿Por qué no hacen una manifestación invitando a Catalunya a construir una España mejor poniendo de fondo el concierto de Aranjuez, o el pasodoble "suspiros de España", en vez de horteradas de Toni Genil? ¿Por qué no invocan a Ramón y Cajal, a Machado, a Lorca o a Alberti? ¿Por qué no utilizan la España culta para enamorar? Pues sencillamente porque no la conocen. Porque quienes se hacen llamar "patriotas" españoles, que a menudo suelen ser también quienes niegan ser nacionalistas y acusan de ser nacionalistas a los otros, son españoles simplemente "por cojones". 

Si un día entendieran que es de ésa España garrula de la que se quieren independizar muchas catalanas y catalanes, que es ése el problema del "ser de España" que llevó de cabeza a muchos intelectuales de principios de siglo, y que podría construirse otra España diferente, culta, republicana, federal y orgullosa, pues el independentismo perdería toda razón de ser. Pero los hechos parecen indicar que ésta es una posiblidad muy, muy remota. Hasta entonces, muchos preferiremos, muy comprensiblemente, escapar de esa España casposa y chusquera. Sí, casi todos sabemos que el "procés" era mentira, pero muchos prefieren vivir en esa mentira, que era un sueño de democracia, antes que doblegarse ante los bastonazos del oscurantismo fachoso. Y sí, el diálogo está abierto, por mucho que pese a "hooligans" de todos los colores, porque el diálogo siempre debe ser el camino prioritario. Pero para que el diálogo fluya, primero deben cesar los porrazos. Y un primer paso muy sabio podría ser, por ejemplo, liberar a los presos políticos (o políticos presos, podemos aceptar pulpo como animal de compañía). Pero quizás le estoy pidiendo peras al olmo, como de costumbre. Todo se verá... Espero que no tengamos que esperar otros cinco años para ello.

ECG.





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