lunes, 13 de mayo de 2013

El tabú de la política


Actualmente nos encontramos a menudo con una situación considerada a priori incómoda. Dicha situación suele ir acompañada de frases del tipo:

- Lo siento, es que yo no entiendo de política.

- No hables de política aquí, puedes herir sensibilidades.

- Bueno, hablemos de otra cosa, porque a mí la política no me interesa.

Dichas situaciones se dan cuando alguien hace algún comentario relacionado con la situación en la cual nos encontramos, sobre los problemas sociales o sobre los fantoches que se hacen llamar nuestros representantes.

Y bueno... A priori, uno no puede entender cómo puede no entenderse de política, o no interesar la política. Es como decir que no se entiende sobre la vida, o como decir que no se está interesado en el tiempo que hace. Independientemente de que alguien diga que no le interesa si llueve o no, dicha persona se mojará si sale a la calle cuando llueve, y lo peor es que luego se quejará y se sentirá miserable por haberse mojado. Y pregunto, ¿no debería dicha persona haberse interesado por si llovía o no primero, y haberse prevenido cogiendo un paraguas o vistiéndose adecuadamente para las inclemencias meteorológicas, en vez de quejarse sin parar de que está mojado? La política existe, no es algo de lo que se pueda vivir apartado sin que afecte. Si no hacemos política, otros la harán por nosotros. Y esa es la realidad de lo que ocurre.

Sin embargo, existe un duro tabú social hacia todo aquel que opina sobre política. Es algo que por obligación nos hacen relegarlo a espacios destinados a ello, y muchos achacan a sensibilidades y a respeto el no hablar del tema. Y no deja de ser curioso que algo que a todos nos afecta sea un tabú.

Otra cuestión es que se confunda "política" con "partitocracia". Efectivamente, el error más común en nuestra sociedad es pensarse que la política se basa en conocer los nombres de todos los cargos que nos gobiernan, la trayectoria de sus partidos y la teoría completa de sus bases ideológicas. Y es la visión más común que se tiene sobre la "política", existiendo sobre ese aspecto una legión de periodistas que siguen hasta la última palabra que pronuncian los políticos profesionales, que escriben en secciones especializadas de los periódicos, que comentan en debates preparadísimos que llenan las mañanas de la programación televisiva, y que emiten sin parar mil noticias, muchas de ellas basadas en detalles de muy poca importancia, que así mismo se convierten en el pasatiempo favorito de muchos que se creen unos "gurús" de la política por estar al día de todo ese debate estéril.

Ciertamente, esa afición por la política profesional partitocrática me recuerda demasiado al mundo del fútbol. Vemos prensa y periodistas especializados que no paran de hablar de cada movimiento que hacen los clubs, los jugadores y sus directivos, dedicando páginas enteras a cosas de muy poca importancia, como rumores de fichajes. Y a la práctica, los hay que ni siquiera prestan atención a los encuentros en sí, que es realmente en lo que se basa el fútbol. Lo mismo ocurre con la política: es tan sólo la organización de nuestra sociedad humana, pero muchos quieren verlo como una compleja dialéctica partidista basada en teorías muy profundas y en valores muy elevados.

Yo pregunto, ¿qué relevancia tienen esos valores tan teóricos a la hora de legislar sobre los deshaucios? ¿Qué importa que alguien se considere demócrata transversal o patriota constitucional, si a la hora de recortar sobre servicios públicos que ponen en juego la vida de seres humanos no le tiembla el pulso? Toda esa enorme superestructura de inspiración "snob", al más puro estilo de las conversaciones de café de los clubs de caballeros londinenses, son algo meramente anegdótico, legitimador e intrascendente cuando se tiene en cuenta que lo que verdaderamente importa son las personas.

Pero desgraciadamente, ese elitismo de la política profesionalizada, con un sinnúmero de medios de comunicación a su servicio, ha logrado que, efectivamente, la política sea un tabú. Hablar de política es como hablar de religión, es algo que se reprime bajo la omnipresente excusa del "respeto por la sensibilidad de cada uno", y la fidelidad a las formaciones políticas es enfermiza y fanática, llevando a la mayoría de ciudadanos a obviar todos los terribles crímenes que cometa su partido contra los derechos sociales en nombre de unos muy nobles valores, en nombre del legado de un pueblo o de una tradición. Pero todos esos valores no tienen relevancia alguna a la hora de depositar un voto en una urna: estamos escogiendo representantes, y ciertamente, no demuestran ejercer bajo unos valores profundos a la hora de dedicarse a proteger sus cargos y los de sus congéneres.

Es por ello que debemos darnos cuenta de que la política en realidad es algo muy sencillo. Podríamos usar otra palabra para definirla, porque curiosamente cuando se habla de política pero se insiste en que "no es política" lo que se está citando, parece que el tabú desaparece instantáneamente. Pero yo creo que sería mucho más sencillo limitarse a olvidar que sea un tabú, y a ignorar el circo charlotesco de la partitocracia y la clase política profesionalizada, y dedicarse a hacer política de verdad.

Porque la política de verdad la hacemos los ciudadanos, cuando nos reunimos, llegamos a acuerdos, y tomamos decisiones. La hacemos en los ateneos, entidades, asociaciones de vecinos, partidos minoritarios, agrupaciones, y demás. Esa es la verdadera política, y esa es la verdadera mobilización, y no ser militante de una gran estructura profesionalizada a la que sólo le interesa tener muchos representantes y cazar votantes incautos.

Y si aprendemos que ésa es la política, nos libraremos del tabú.

Y a usted, caballero, ¿no le interesa la política?

ECG.

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